Cuando recibí la invitación de participar en una jornada de la mujer en una ciudad de Madrid con una ponencia sobre la mujer inmigrante en España, dos palabras, o incluso dos ideas se me quedaron: la organizadora me habló de homenaje y valor. Ella quería organizar este evento en torno al valor de la mujer inmigrante y en homenaje a esta misma, para su fuerza y su coraje, para sus capacidades y sus formas de adaptarse, evolucionar y crecer dentro de lo que es el proceso migratorio.
He pensado en seguir siendo, como siempre, una mera intermediaria entre la realidad de los hechos y el público; es decir: transmitir, comunicar, hacer llegar la información que tuve la oportunidad de recoger durante todos estos años de trabajo como periodista extranjera. La profesión me ofreció una oportunidad, la de ser un poco más que una periodista (o talvez menos, según perspectiva): he apuntado y depositado todo lo que llegaba a saber, todo del que me enteraba. Tuve que cubrir la actualidad general – política, social, cultural, económica – de España, hacer llegar los hechos al público de Rumanía, pero una parte importante de esta actualidad española siempre fue la inmigración, y dentro de ésta, la de los inmigrantes rumanos que llegaron a ser el colectivo mayoritario entre los extranjeros de este país.
Nunca me gustó aburrir a mis lectores u oyentes con datos, cifras, tendencias migratorias ni demográficas y quise por lo tanto contar unas historias, sin nombrar a las protagonistas, en el afán de protejer su intimidad y la de sus familias. Así que un buen día de primavera, he compartido unos cuentos y relatos; son de las mujeres rumanas que he conocido a lo largo de mi estancia y durante mi trabajo como corresponsal. Son historias de mujeres rumanas, pero queda por debatir si alguno de estos detalles, alguno de estos momentos pueden o no ser asociados a la vida de cualquier mujer inmigrante en España. Es decir, si entre tantas nacionalidades que abarca este país, entre tantas culturas, religiones, costumbres, tradiciones tan diferentes – si nos percatamos de alguna diferencia cuando llegamos a hablar de las historias y las vidas de estas mujeres.
Hay muchas historias que contar; muchísimas. Quince años (aproximadamente) de intensa inmigración rumana en España no es mucho tiempo en terminos demográficos ni en efectos de los movimientos migratorios. Pero es mucho lo que se consiguió – las vidas que se forjaron durante este tiempo. Por ejemplo, la capacidad de la mujer rumana de “aguantar hasta el cabo del imposible”, como me decía un día una de ellas. Su figura genérica cubre a la de la empleada domestica que a veces trabaja durante toda la semana y libra solamente los domingos, para ir a la misa y ver a sus hijos.
¿Pero qué hay detrás de esta figura genérica? Pues detrás está la mujer rumana que aunque trabaje tanto, sigue encontrando tiempo para llevar a sus hijos a un curso de lengua y cultura rumana, a algún taller de dibujos o incluso acompañarlos en un viaje con los compis de la clase. Está también una otra mujer rumana que encuentra tiempo para formarse: cursar un seminario de traducción e interpretación o algún taller de mediación intercultural. Una mujer rumana trabaja de día como interna y durante sus noches está preparando una breve historia de los rumanos, desde una perspectiva que anota la influencia del emperador romano Trajano, el de los raices hispano-ibéricas, que conquistó la antigua Dacia, donde vivían los antecesores de los rumanos de hoy. Una otra mujer rumana está capaz de cualquier sacrificio para poder ver a sus hijos felices y sobre todo con una vida más tranquila que la suya: su hija ya adulta, crecida en España, habla el castellano igual que una nativa, es una mujer moderna y segura de si misma que después de acabar la carrera dirije a todo un departamento de marketing en una importante empresa española. Hay mujeres rumanas que estaban acostumbradas a someterse a la autoridad familiar (del padre o del marido) pero que a la hora de los tiempos difíciles de la crisis llegaron no solamente a mantener a toda la familia, pero también a convertirse en la cabeza de la casa, administrándo los ingresos y pagado las facturas. Existen mujeres rumanas que son artistas: mujeres que pintan, escriben, componen y publican los resultados de sus talentos.
Hay también historias menos alegres u inspiracionales: mujeres rumanas sacadas de la forma de esclavitud moderna que es la prostitución, pero que tratan de utilizar su experiencia y mala suerte para concientizar, prevenir y combatir esta lacra, que se involucran, y sin miedo ni verguenza están tratando de sacar y salvar a otras. Hay mujeres rumanas que después de años viviendo en una sociedad un poco más moderna e igualitaria, han llegado a percibir y tener un sentido más agudo de su propia dignidad como persona. Son las mujeres rumanas que se atreven a denunciar la violencia domestica y que tienen el valor de reconocer sus daños.
Admiro a una mujer rumana cuyos padres emigraron cuándo ella era adolescente. Ella ha estudiado y se ha formado en España y ahora está lista para defender su tesis doctoral sobre la salud mental de los inmigrantes – el resultado de años de investigación, entrevistas y análisis psicológicos. Una otra rumana, que vino al principio para una breve estancia de estudios acaba de cumplir diez años de vida en España, durante los cuales ha hecho dos másteres, ha trabajado en varios proyectos en el sector de los asuntos sociales, es una experta en derechos y libertades dentro del espacio común europeo y al mismo tiempo logra compaginarlo todo con la vida de familia, con estar siempre de camino entre más de dos ciudades.
Conozco también a una mujer rumana que emigró por razones directamente contectadas a su vida personal, pero cuando las cosas cambiaron, decidió quedarse, perfeccionó sus estudios, dió clases en la Complutense, y está a su vez preparando una tesis doctoral sobre un concepto al menos inovativo, sino talvez simplemente nuevo, que es la aculturación de los inmigrantes en España. Además, ella tiene una familia suya aquí y no puede imaginarse su vida en otro lugar. Toda una otra ponencia se merecerían las mujeres rumanas de España que no llegaron aquí justo por la emigración, sino porque fueron enviadas como expats y como gerentes de companías e instituciones rumanas.
Cualquier proceso migratorio supone una perdida, incluso un duelo. Ninguna emigración es fácil, y pocas veces ésta supone mayoritariamente ocurrencias agradables. Ninguna salida de su casa, ninguna ruptura de sus raices y ningún dejar atrás se hace de buena voluntad o por lo bueno. No, siempre hay algo que fuerza, que nos fuerza a tomar la decisión del cambio, a emprender un nuevo camino, lleno de desconocidas, incertidumbres – de esperanzas también. La emigración en España en general y la de los rumanos en particular ha sido y es un proceso forzado por la necesidad de la búsqueda de mejores oportunidades. Ningún inmigrante se ha ido de su país porque querría que le vaya un poco mejor, sino porque en la mayoría de los casos, se trataba de la supervivencia o de una razón lo suficientemente fuerte que equivalga a éllo; no se trataba de vivir mejor, sino de sobrevivir, y además en muchos casos, la emigración tenía que ver directamente con la situación material – es decir, con las necesidades básicas de qualquier ser humano.
Y si de estas necesidades, de estos deberes humanos básicos, de estas historias de supervivencia y de estos caminos llenos de incertidumbre y desconocidas que han emprendido no desprovistos de temores tantos y tantos de emigrantes – si de todo éllo podemos contar ahora historias buenas, alegres, felices, hermosas y en fin – éxitos… Entonces son estas historias mismas la gran sorpresa, lo inesperado, las vueltas y revueltas de la vida, la evolución. El caso de las mujeres inmigrantes de España es uno inesperado, porque si de las dificultades de la vida salen éxitos y aciertos, alegrías y sonrisas, cosas buenas e historias felices, pues entonces ésto es más de lo que se creía, más de lo que estas mujeres mismas podrían haber pensado y sobre todo más de lo que podrían llegar a esperar los autóctonos, quienes les han ofrecido parte de estas oportunidades. Intervención en la Jornada sobre Mujer e Inmigración ¨Heroínas anónimas¨, el 10 de marzo de 2015 en el Ayuntamiento de Las Rozas.