Escribía al principio de estas páginas que, aunque la razón principal de hacerlo fue compartir una historia laboral —personal y particular, sin lugar a duda—, la motivación se transformó luego en dejar algo que pueda ayudar y servir. Al comienzo, imaginaba este libro como una especie de manual de buenas prácticas en las pymes para los empresarios, desde la perspectiva de los empleados. Por ello, todos los consejos, las observaciones, las recomendaciones, los how to o know how que estuve explicando y ejemplificando, justificando y comentando pueden llegar a parecer condescendientes o incluso presentados desde una perspectiva demasiado sombría —la del empleado al que le tocó vivir esto—, pero aun así, tendrían un objetivo que traté de seguir: lejos de generalizar, más que nada ha sido el querer ofrecer una mirada sincera y una perspectiva honesta de qué es lo que ve y entiende el empleado, cómo percibe el empleado las tribulaciones, los logros, las decisiones, el saber hacer, la manera de liderar del empresario.
Más allá de mi convicción personal de que es necesario, en concreto, un libro así, también es imprescindible en un panorama editorial del género, ya saturado con consejos de empresarios para empresarios. Los capítulos anteriores se constituyen en un listado de medidas que se pueden tomar para no arruinar un negocio y, en particular,una pyme. Decía en las primeras páginas que los recursos humanos son los más importantes para cualquier negocio; por ello, de los recursos humanos hay que cuidar en primer lugar. ¿Y qué mejor manera de cuidar de los recursos humanos que escuchar a las personas que trabajan por cuenta ajena?En un país en el que el espíritu emprendedor y las iniciativas de negocio se tienen en muy alta estima, parte de la valoración de la contribución y aportación del empresario tiene que venir desde el trabajador. Concretamente, está muy bien que se valore una iniciativa de negocio, nuevos puestos de trabajo creados, la actividad económica producida, pero no se tendría que dejar de lado apreciar cómo ocurre y se desarrolla todo esto.
Y, tal vez, incluso con más razón al tratarse de una academia de idiomas, en cuyo caso se trata de una mezcla de servicio y producto lo que se le está ofreciendo a los clientes: la experiencia de las clases —el servicio— se mezcla y se combina con el resultado del proceso de enseñanza y aprendizaje —el producto—. En España, frente a una demanda inusitada en los últimos años, aumentó el número de academias y centros de idiomas —sobre todo inglés y, en concreto, para exámenes y titulaciones oficiales—a base de una obvia y probada idea de negocio, que no necesita mucha inversión inicial y que, al menos al parecer, no precisa de experiencia concreta en el sector de la educación. Habrá que encontrar datos para combatir esta idea, pero pienso que el empresario, el que invierte o tiene la idea y la iniciativa, en muy pocos casos es profesional de la educación y su experiencia o saber hacer se debe más y en mayor medida a la rama de los negocios, el marketing, las finanzas. No obstante, justo porque se trata de la educación —y la enseñanza de idiomas en concreto—, es imprescindible experiencia en el sector o, al menos, la apertura para aprender. Junto con los conocimientos y las ganas es también muy importante rodearse de profesionales, quienes pueden guiar y dirigir el negocio de acuerdo con las particularidades que se le escapan completamente al empresario que invierte, quiere recuperar su inversión y tener beneficios.
Por todo ello, creo que mis intenciones iniciales sobre la creación de un manual de buenas prácticas en una pyme, en una academia de idiomas de barrio, desde la perspectiva de los empleados profesores, pero destinado a los empresarios inversores, se han transformado a lo largo de estas páginas y ha llegado a ser un análisis, más que nada. A base de ejemplos concretos y verdaderos, a través de hechos ocurridos y vividos, he llegado a unas conclusiones de las cuales he tratado de sacar, como avisaba al empezar, ese así no. Los hechos pueden diferir, las emociones provocadas y los pensamientos producidos pueden ser tan distintos como númerode empleados y empresarios haya, pero las conclusiones, en su carácter general, se pueden aplicar a muchos negocios, a muchos casos, incluso pueden explicar muchos conflictos laborales, muchos desencuentros, muchos ajetreos.
Desde luego, también los pueden evitar. Recuerdo que, al empezar a escribir, y mientras escribía, pensaba constantemente en moderarme —por ello, dejé pasar unos años—en mis conclusiones, en la exposición de los hechos, en distanciarme de lo caliente de aquella época, en superar el apego de las emociones personales, de los sentimientos que tuve a raíz de esta experiencia. Porque quise compartirlo no para castigar, ni para juzgar, ni mucho menos para acometer una catarsis con la que soltar frustración y amargura en mi beneficio; no, en un principio quise compartir una experiencia con los empleados profesores que pasan o puedan pasar por lo mismo —la representatividad de lo común ayuda, como es naturaly bien se sabe—. Acontinuación, pensé que no estaría mal que el libro se lo dedique a los empresarios, para que curioseen acerca de qué se piensa y se dice de ellos fuera de los círculos de sus pares, y al final quiero creer que conseguí tender un puente entre las dos partes, que acerque, clarifique o simplifique las cosas.
Si no comunicamos, no nos entendemos. Si no compartimos, no sabemos. Si no hablamos, tendemos a repetir y cometer los mismos errores. En aras de aprender, espero que los empresarios tengan interés en saber y los empleados quieran compartir.