La primera vez que un alumno me comentó que se dice por allí que hay un cierto número de temas en la parte de Writing de un examen oficial de inglés y que talvez podríamos trabajar estos temas en concreto durante las clases, pensé que se trataba de un gran malentendido.
En un segundo capítulo, una alumna me preguntó en clase si tengo conocimiento de la validez de unos 10 temas de la parte de Speaking que una señora le ofreció vender en un grupo de Facebook por 100 euros.
La tercera parte baja el telón sobre una perfecta escena de teatro del absurdo. Una profesora me cuenta que verás… sus alumnas del grupo de preparación del C1 están en un grupo de Facebook. Oh, boy! —se me escapa. That´s what I thought —me comenta la profesora; y sigue: que sus alumnas que están en ese grupo de Facebook se han enterado que en la parte de Reading del examen toca uno de tres textos sobre (en este orden): los osos panda, Singapore y algo sobre los micro créditos. Y que si por favor ¿podríamos preparar estos temas, con vocabulario específico? Ah, y por cierto, ¿no habría una lista de vocabulario para exámenes oficiales?
La curiosidad me pica.
Entro en un grupo de Facebook con casi 5.000 miembros que lleva el nombre de un examen oficial y pretende compartir recursos para la preparación del dicho examen. Se comparten experiencias de exámenes, temas que han tocado en el Writing o Speaking, publicidad de academias y páginas web con materiales del examen. Me pongo a leer los comentarios de los posts. <<Vendo temario del examen, material garantizado, de academia>>; <<¿Alguien sabe cómo se puede conseguir el tema 3 del Writing del B2?>>; <<Si quieres sacarte el nivel, ponte en contacto conmigo por privado, vendo material de Reading con soluciones; lo tengo de una academia en la que hice un curso de C1>>. Oh boy, indeed.
There is no love lost for English in Spain —esto ya lo sabía. De cierta forma —ya, bastante egocéntrica profesionalmente hablando—, podría incluso decir que, como profesora, no me viene nada mal esta situación. Si de repente se solucionan todos los problemas de los españoles con la perenne asignatura pendiente del inglés como en una larga y pasional relación sentimental después de largos años de terapia en la cual las partes han aprendido a quererse respetuosamente y sin toxicidad a pesar de la fuerte atracción, —pues si de repente pasa esto, tanto trabajo ya no tendría, igual que el terapeuta que haya logrado la conciliación de la pareja.
Sabía también que algunos alumnos detestan y desprecian el inglés; además, me ofrecen esta información con gran desdén y voluntariamente, explicándome a la vez que no quieren estar en clase, que no quieren aprender más, que odian el inglés — pero que es lo que hay, se tienen que sacar el título. Al hablar con muchos de ellos a lo largo de los años, aprendí que la culpa no la tiene este bello idioma, sino principalmente los años pasados en aulas de colegios en las cuales los maestros les obligaban a aprender de memoria y con pronunciación fonética listados de verbos irregulares, de palabras y expresiones que iban por cantidad.
Los profesores podrían tratar de explicar hasta la saciedad que sería muy superficial practicar el Writing exclusivamente con un número finito de temas; menos aun con unos temas en concreto que circulan por allí. ¿Qué haces si en el examen te toca un tema que al final no circulaba por allí? Personalmente, sigo con la misión de tratar hacer entender a los alumnos que necesitan el C1 para poder impartir ciencias sociales o humanidades en colegios bilingües. Una vez tengas tu puesto, vas a tener que impartir filosofía en inglés — piensas que vas a poder hacerlo sólo con haber practicado 10 temas de Speaking? Correct me if I´m missing something, —me dice una americana de Carolina del Norte, exigente y excelente profesora— pero ¿cómo preparar unos Reading Tests sin siquiera tener los textos? ¿Y cómo practicar vocabulario sobre temas como Singapore o los osos panda?
La culpa no la tienen los alumnos por actuar, pensar o pedir algo así —sino ese mundo de los tests y exámenes y las puntuaciones y los porcentajes y las escalas y las estadísticas según las cuales han llegado a medirse los conocimientos de inglés. El inglés ya no es un idioma que se aprende — a su ritmo y plazo — que implica deseo, disponibilidad, tiempo y estudio, práctica constante e inclusión en probablemente cada aspecto de la vida fuera del aula. El inglés tiene nada que ver con el deseo de conocer la cultura, los libros, las películas, la gente. El inglés no se prueba y se mejora cada día al hablar, sentirlo, pensar en ello. No: el inglés es una asignatura. Una asignatura para la cual se puede comprar un temario dividido en temas y variantes de exámenes que se estudian y aprenden capítulo por capítulo; una asignatura que puedes odiar constantemente, pero que hay que coger, porque “te la piden por todas partes”; una asignatura cuyo temario puedes comprar a 100€ en un grupo de Facebook.