Que después de la tragedia ocurrida hace tres años en Madrid Arena, el Metro de Madrid perpetue las mismas práticas irresponsables e indiferentes hacia la vida, permitiendo el funcionamiento de instalaciones, trenes, andenes y coches llenísimos, sin posibilidad física de respirar en condiciones. Vamos, como seres humanos.
Parece mentira que después de tantas tragedias recientes que podrían haber sido evitadas en aglomeraciones y multitudes, en la red de metro de una capital europea tenga una la sensación de que no tiene espacio ni siquiera para desmayarse, menos aún respirar.
Parece mentira que los (ir)responsables de una red de metro que dentro de pocos años cumplirá un siglo de funcionamiento no desalojen e incluso cierren al instante las instalaciones averiadas y que en cambio permitan la entrada de todos los viajeros, sin informarlos sobre las condiciones indecentes ofrecidas por un servicio público.
Parece mentira que una mañana de un día de trabajo en la capital española se convierta en una pesadilla para muchísimos de los que utilizamos los medios de transporte público.
Parece mentira que concretamente una línea que ha estado bloqueada durante largas semanas en verano por mejora de las instalaciones siga sufriendo averías y entorpezca así la actividad de millares de madrileños para los cuales del llegar a trabajar depende su subsistencia.
Parece mentira que el mismo día en el que la avería se solucionó en más de 5 (cinco) horas, la misma companía de visto bueno a anuncios que agradecen a los madrileños el uso del transporte público, para combatir los niveles de alta contaminación de la ciudad.
Parece más que mentira que en unos tiempos en los que escuchamos propaganda política que nos asegura que el país está preparado para combatir la amenaza terrorista (nada de prevenirla, por cierto), la companía de transporte público permita aglomeraciones inacceptables desde tantos y tantos puntos de vista, cuantos viajeros haya cada día.
Parece mentira…
… que no pueda dejar de pensar en todo el miedo al pánico de los demás que he pasado ayer en el Metro de Madrid.
… que haya llegada agotadísima y nerviosa a los dos trabajos que estoy haciendo cada día con mucho anímo y pasión.
… que haya sido mala y antipática hacia la gente con la que estoy trabajando y que cada día que me hace muy felíz, contribuyendo así a un muy feo y decepcionante entorno general.
… que haya tenido un agudo sentimiento de la inminencia de una tragedia.
… que siga escuchando una voz cada vez más débil que trata de convencerme: “tranquila, que no pasará nada…”
… que no haya escuchado ningún responsale de la cosa pública que diga algo que me tranquilice.
… que todo ésto parezca mentira.