Esta era una foto que ya circulaba por allí hace tiempo – no es nada nuevo – pero, más allá del chiste, lleva algo que anime a pensar. ¿Qué es lo normal? ¿Hay una definición de lo que es, o más bien de lo que no es lo normal? ¿Hay niveles o grados de normalidad, o es una noción tajante: sí o no?
Hace un par de días hablaba con una amiga que me decía: <<Jo, a ver si pronto salimos de esto, para poder abrazarnos, darnos besos, tocarnos. Ha sido una pesadilla esto del aislamiento: ¿cómo le puedes decir a un español, a un italiano, mantener la distancia, no tocarnos, no respirar cerca…?>>. Personalmente, veo con mucha dificultad dónde cabe tanta ansia por no solo estar en larga y amplia compañía, en la calle, en una terraza, sino por estar cerca de alguien(es), por tocarse, por darse besos y abrazarse. Pero esto es lo mío: aun después de más de una década en España, sigo sin haberme acostumbrado a este actuar tan (demasiado) cercano, tan físico y personal; algunas veces lo he percibido incluso como un poco invasor de mi espacio personal, físico y mental.
Desde el principio de la cuarentena en España, más allá de los ánimos y eslóganes de solidaridad y <<esto lo paramos juntos>>, <<quédate en casa y salva vidas>>, lo que más eco tenían eran las palabras que vislumbraban un futuro no muy lejano en el que íbamos a dejar todo esto atrás, para volver a la normalidad, volver a lo de antes, a llenar las plazas, las terrazas y las playas. Como si todo fuese a ser un paréntesis: abrimos el paréntesis, lo pasamos mal, pero hacemos nuestros deberes cívicos, respetamos las reglas, escuchamos a los especialistas y las autoridades, para luego cerrar el paréntesis y volver a pasarlo bien. Como en el colegio y la época de las promesas sencillas, los pactos con los padres y los maestros: sed buenos y tendréis recompensas; si estudias, eres buen alumno, disciplinado, dedicado y te esfuerzas, vas a tener muy buenas notas.